lunes, 8 de marzo de 2010

tejiendo realidad

Se había pasado media vida de un sueño a otro, subiendo a la nube más alta que había encontrado para después tirarse al vacio ella misma, sin miedo, pero sabiendo que le dolería, que le dolería tanto que le haría un agujero en el fondo de su alma que difícilmente se curaría.
Y no, claro que no se iba a curar, no mientras se tirara todos los días a esa nada llamada realidad.
Unas veces soñaba que era una persona importante, otras que era importante para alguien, una noche se despertaba pensando en unos ojos verdes y al día siguiente en unos azules, dejando un intervalo de una semana con sueños sin sentido para después volver a despertar acordándose de unos ojos marrones.
Horas después veía unos ojos negros, asustada corría a abrir la luz, pero pronto descubría que eran solo los ojos de su gata “Atenea”, entre risas la abrazaba para tomarse un té. La ingenua de ella se pensaba que así no dormiría, y una voz dentro de su cabeza le decía ¿Y que ibas a hacer tu sin nosotros, tus sueños? Era verdad, sus sueños la mataban pero le hacían poder conseguir el último aliento desdibujado.
A veces sus sueños más simples se truncaban y las esperanzas de nuestra protagonista se apagaban un poco más.
A veces se daba cuenta que no existían esos ojos verdes de sus sueños, otras incluso se daba cuenta que los azules tampoco eran reales, que miraban de otro modo, los marrones tampoco eran reales, mentían demasiado.
La frustración se apoderaba de ella al comprobar que nadie la quería, no, especifiquemos, la gente sí que la quería, pero no como ella lo hacía.
Su forma de amar iba a matarla, de una forma u otra, y no había manera alguna de demostrárselo. Era una niña empeñada en que dos piruletas mas cuatro nubes hacían siete golosinas, cuando en realidad eran seis golosinas. No se le podía llevar la contraria, bueno si que se podía, pero ella no hacía caso alguno de las voces de los demás.
¿Qué iban a saber ellos? Se preguntaba nuestra pequeña. ¡Si ni tan siquiera podían darle el corazón entero a alguien!
Lo que ella no sabía es que en realidad la equivocada era ella, no podía darle el corazón entero, porque siempre se lo devolverían roto, sin algún trozo, con unos puntos cicatrizantes o quizás ni tan siquiera le entregarían nada a cambio.

2 comentarios:

  1. Hacía tanto tiempo que no leía algo tuyo... lo extrañaba. ¡Qué grande eres, Gina! <3

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  2. Ay, cómo duele querer así y que el mundo no sea capaz de corresponder a la niña de las piruletas y las nubes de azucar.

    pd: precioso!

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